Lastimosamente nuestro continente, en general, no cuenta como ejemplo de derechos humanos, existen leyes que restringen estos derechos y muchas de esas restricciones no vienen de la razón, sino de la fe. Uno de estos ejemplos es el aborto, tema que en muchas ocasiones es cubierto por un tabú concentrado en nuestras mentes, heredado de nuestros padres y abuelos quienes los heredaron de pensamientos superfluos y sin estudios específicos que refuercen o revoquen cualquier decisión.
El 10 de diciembre de 2020, en Argentina, se llevó a cabo un esfuerzo más por dar un paso adelante en derechos humanos, específicamente, los de las mujeres: la cámara de diputados aprobó el proyecto de ley que da luz verde al aborto bajo unas condiciones específicas, es así que el aborto podrá ser gratuito y voluntario hasta la decimocuarta semana de gestación, luego de las 14 semanas, las personas gestantes podrían abortar si el embarazo es resultado de una violación o «si estuviere en peligro su vida o su salud integral».
Esta es la última de las batallas de una “guerra” que ya lleva 20 años en Argentina, la guerra de los derechos. Hace dos años estuvo a punto de ser aprobada pero no pasó el último filtro: el senado. Este año se caracteriza porque por primera vez un presidente, Alberto Fernández, ha declarado explícitamente su apoyo y lo ha dicho con las siguientes palabras: “Yo soy católico, pero tengo que legislar para todos”. Pero aún nada está definido.
Argentina junto con Uruguay lideran la lista de los países que más se preocupan por los derechos humanos en nuestra región, impulsaron el matrimonio igualitario entre otros retos del progreso de nuevo siglo, pero lastimosamente el resto de países no ha seguido su ejemplo. Hace unos meses, en Ecuador, el proyecto de ley que pretendía proteger a las mujeres, médicos y personal de salud en casos de emergencias obstétricas fue sepultado por el gobierno y la cara más visible de dicho sepultamiento fue una vicepresidenta católica y seguramente apostólica y romana, que prefirió irse de viaje a conocer al Papa que luchar aquí, en casa, un mal que dé por sí ocurre en muchas formas diferentes.
Este particular (el aborto) se convierte en un tema de cultura científica, delicado si, pero no alejado de la realidad y ese es nuestro problema en América, que aún en siglo XXI nos dejamos llevar por la intuición, por la fe, por lo mágico y no consideramos problemas reales que como seres humanos, hijos o no hijos de Dios, los podemos resolver.
Muchas veces nos olvidamos de lo que ocurre más allá de nuestras narices, muchas veces pensamos que como no nos ha pasado entonces no existe y no es así… cientos de mujeres mueren víctimas de emergencias obstétricas llevadas a cabo en condiciones insalubres, muchas de ellas tienen el derecho de elegir dónde y cómo cuidar su salud pero no pueden, no pueden porque las leyes que deberían hacerse para protegerlas, las mata y si no las mata las encarcela.
Muchos niños y niñas nacen producto de violaciones y estos mismos niños son los que, sin tener otra opción, luchan por sobrevivir en las calles con un futuro moldeado por las leyes que deberían estar hechas para protegerlos. El argumento es que están defendiendo la vida, me parece muy bien, pero ¿Qué hacen luego para que esa vida no se estropee?
Otro argumento es la fe, Dios nos dice que la vida es lo más importante que él nos ha dado, pero entonces ¿Qué hacemos con los niños que son abandonados en basureros? Que sea lo que Dios quiera…
Este particular se convierte en un tema de cultura científica, delicado si, pero no alejado de la realidad y ese es nuestro problema en América, que aún en siglo XXI nos dejamos llevar por la intuición, por la fe, por lo mágico y no consideramos problemas reales que como seres humanos, hijos o no hijos de Dios, los podemos resolver.
Una vez más es la lucha de la razón contra la lucha de la fe, la lucha de lo humano contra lo no humano, el misterio contra la realidad… espero que muy pronto en nuestro país se empiece a tomar en cuenta la realidad y dejemos de ser solo unos monigotes de lo desconocido. La fe no es mala, es más, pienso que es una virtud muy importante del ser humano, lo malo es lo que el mismo ser humano hace con ella y en nombre de ella.
Aún hay tiempo para cambiar, pero cada día qué pasa, un ser humano se muere por nuestra incapacidad de razonar, es así que veo a Argentina como una luz, la nueva luz de América.
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